lunes, 6 de diciembre de 2010

Turín y la Casa de los Saboya



Situada al noroeste de la península itálica -a pocos kilómetros de Francia y Suiza-, Turín es uno de los principales focos del barroco italiano. No se puede entender el presente de esta ciudad, ni de este país, sin atender a una de las familias menos conocidas de la realeza europea, y sin embargo de gran trascendencia en la historia: la Casa de los Saboya, artífice de la unificación italiana, en el último tercio del siglo XIX, y soberanos del Piamonte durante más de 600 años.

Pese a los vaivenes históricos que situaron a esta región en la órbita de influencia de Francia, Austria o España, o quizás precisamente por ello, Turín adquirió una personalidad propia, con un permanente anhelo de independencia y a la vez de cohesión con el resto de los estados vecinos del sur.

La fisonomía actual del Turín histórico se desarrolló desde la primera mitad del siglo XVII hasta las guerras de independencia contra los franceses en los siglos XVIII y XIX. Los monarcas de la casa de Saboya, deseosos de reflejar su poder a través de una escenografía monumental, pero carentes de un lenguaje artístico propio, tomaron y subordinaron a sus propósitos, la arquitectura imperante de aquel periodo.

Con este fin, arquitectos venidos de toda Europa proyectaron la nueva ciudad sobre los restos de la antigua urbe romana, que conservaba aún la planta ortogonal en damero del “castrum” fundado por Julio César en el siglo I a.c., y refundado por Augusto, lo que significaba que la capital del nuevo ducado absoluto y de derecho divino, hundía sus raíces en el mismo Imperio romano.

De esta forma, la nueva Turín se constituyó como una ciudad moderna, ordenada en retículas y con el Barroco del XVII como estilo definitorio, manteniendo hasta nuestros días la misma fisonomía, sin apenas variaciones, que presentaba hace casi 300 años.






No hay comentarios:

Publicar un comentario